En la mayoría de las ocasiones las reflexiones nos sirven como meditación ante aquellas situaciones que parecerían un problema insalvable, nos hace más conscientes de que las cosas además de ser como son, también dependen de cómo las vivamos. Mi consejo es invitaros a leer las reflexiones muy poco a poco, incluso sólo una de cada vez, para poder saborearlas y asimilar así mejor su enseñanza.

 Náyade García

La felicidad...

   

       La felicidad es un concepto muy difuso a la vez que complejo. Podríamos hablar de aspiración, de algo que alcanzamos brevemente y que al instante pierde levemente su intensidad. Sin embargo, queda la cotidianidad de las pequeñas cosas, de un sencillo equilibrio en el que sentirnos bien, ahí donde poder apreciar cada cosa que nos rodea, nos acompaña y nos define y de hacerlo sin amargarse.
       Puede que el ser consciente de esta felicidad “humilde” sea un don que no todo el mundo dispone. Esto nos demuestra dos cosas que quizá ya sabíamos, que la felicidad no se compra con un cheque de infinitos ceros.
       En ocasiones nos preocupamos en exceso de aspectos que no tienen importancia. De cosas que no tienen solución o no tienen por qué suceder. Todos conocemos a personas que tienden a anticipar cosas: “Tenemos que hacer esto porque puede suceder aquello”, ideas obsesivas donde está presente una inseguridad continua, que les hace no solo amargarse a ellas mismas, sino también a quienes les rodean.
       Miedo al fracaso, miedo a la soledad… Todo ello nos empuja en ocasiones a hacer cosas que complican aún más nuestra realidad, nuestra cotidianidad aparentemente sencilla donde no existen problemas graves.
       No hay que obsesionarse en lo que pasará el día de mañana ni caer en el error del razonamiento excesivo. Lo importante es mantener un equilibrio, usar la lógica… saber confiar.
       El arte de NO amargarse la vida requiere que aprendamos a confiar, es imposible controlar todos los aspectos de nuestra vida para evitar que ocurran determinadas cosas.

       La felicidad no es una meta, es un estado, una emoción. Al contrario, la felicidad está en el día a día, en el ahora y en nuestra capacidad para saber cultivarla del modo más humilde posible.


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